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Como a muchos argentinos de mi generación, el peronismo me conquistó desde chico. Empecé militando en la facultad y en los barrios, siendo parte de la Juventud Peronista de Paraná, y ocupé distintos cargos en el partido.

Mis hijos me preguntaron por qué decidí tomar este camino. Y mi respuesta fue que la vida cotidiana de todos nosotros está atravesada por decisiones políticas que definen desde el precio del pan hasta la libertad de las personas. Y que por eso me comprometí a ser parte de esas decisiones, para poder intervenir y mejorar esa realidad.

Pero sus ideales y aquel país que soñaron y que fueron capaces de poner en marcha, dejaron una huella imborrable en mi vida. La justicia social, tal vez la bandera más sentida de este movimiento fundado hace más de 70 años, sigue siendo un objetivo pendiente. Y un motivo suficiente para seguir luchando.